miércoles, mayo 23, 2007

Arpa de color magenta


A Petit Prince


Un arpa ruboriza al cielo, como si la tristeza tuviese un color magenta –he visto en algún lado este sonido. Forcé la memoria, pero no había recuerdo ni eco semejante a esta instantánea ¿Seré preso de la melancolía? Sólo un melancólico ve sonidos del pasado, los usa como intersticios, huye en ellos, en ellos ora, llora en ellos, y ya en ellos deja de ser él. Este no sería mi caso, pues hace un par de días que la melancolía ya no habita –¡En vano he de esforzarme! Los ojos cerrados jamás recuperan recuerdos, elaboran los propios a través de los fantasmas que quedan al peinar la realidad con inquietas pestañas. Ver al cielo en magenta, sería verle llorar con los ojos llorando o ruborizarse por culpa del atardecer, fue desde entonces que me he propuesto gravar minuciosamente la realidad, para cuando habite en ellos, nosotros o ustedes, tengan mis colores en su mirada.

Valiente solución, desde aquí instar por instantáneas curiosidad y respeto a los días. Y si el arpa que entinta magenta al cielo no existía, verla con ojos de otoño y hacerla danzar en las hojas viento, será bastante insinuación para asirla –adelante, me dije. Comencé a ver, aves, y en ellas el desvelo del arpa nocturna. Había iniciado, con un pequeño desliz, el arpa nocturna, que muda en magenta al silencio de la mirada.

Fue así, que le encontré tan dispuesta a volverse recuerdo, sin querer ser tiempo, antes del ocaso, antes del desvelo, mucho antes que el paraguas de hielo se derritiese el cielo. Unió, como arpa de poetas, a la muerte en el quicio de la puerta. Solo veía su espalda, era un trigal inmenso, en ella las sombras danzaban con el viento, un ligero sonido emulaba al recuerdo. Me separaba de ella una ventana. Reflejo nulo. Al iniciar con el arpa nocturna, mi deseo de cielo magenta se hizo instantánea, su espalda, invadida por cortes de gota en la ventana, uno a uno maquillaron una flagelación con su reflejo hecho sombra, y el sonido, que a veces se agotaba con murmullos de glosa, encadenó el Déjà vu que imaginaría después. La mirada bajó hacía mi mano, leí mi destino. Había creado un arpa que ruborizaba al cielo, como si la tristeza tuviese un color magenta.

1 comentario:

Tania dijo...

"Había creado un arpa que ruborizaba al cielo, como si la tristeza tuviese un color magenta."...

Al terminar la lectura, mis ojos estaban conmovidos...

Es muy hermoso, Isaac. Las palabras libres - a veces transparentes - tienen como una fragilidad de pájaro y dibujan melodias con alma. Trazan paisajes hondos que hacen sentir.

Gracias por compartir y un abrazo.