jueves, diciembre 28, 2006

Le recuerdo, cada uno de sus gestos re-ánima aquélla ocasión. Hoy ver al cielo, con las rimas de la luz, describe lo que usted ha soñado, y que aún, –diptongo infame– se anida en sus labios. Las reconoce sin los n(h)ombres con la “h” que muda junto a vos, al silencio.
–¿Asombrado? –preguntó, mientras la luna crecía a espejo.
–¡No! Estoy sin sombra, asombreado, en la arena que me une a usted, María.

Pero todo es una flor, ¡delirio! Eco que regresa tres, cuatro, dos, seis veces a mis oídos… un espejo de sonido, algo similar, estrellas:

“nuestras vidas estás llenas de mariposas blancas que esperan, soy un cadáver, y todas ellas son larvas aún sin forma, ¡ande nómbrelas!...”

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