sur la maladie d’amour
y luego sin reservas articulando las palabras de modo claro,
como si las dictaras, como si el agua del río pudiera grabarlas
y conservarlas ahí, en un archivo acuático,
con el fin de que los fondos las guarden celosamente entre los guijarros,
la arena y los detritus, y dices: la culpa.
Porque sé que al dormir dejas estelas… crónicas de espiral en las almohadas.
Al quitar lentamente mis manos de tu rostro, ya no me veía en tus ojos. Tus labios habían mudado hacia otra voz, la de un ausente. La mirada voló por la ventana. Ahora sólo salían millares de mariposas, tu rostro se desfiguraba en multicolores de polen. Era un rostro de mariposas. Inmediatamente pensé que te olvidaría, pero tal hecho provocó que siempre vinieses a mi memoria con el rostro tan feliz….
Y así, inicié el viaje. Buscaré tu rostro en todo aquello que te vio, en las hojas de una hormiga, en el simulacro de un chirrido. En todo silencio que aún no he oído. Y si el viaje se prolonga, iré hasta Egipto, para hacer de la sombra un escarabajo de la ilusión, la pirámide del extravío en vías de la creación.