miércoles, septiembre 30, 2009

A medida

Imagen: likeakiss de Rvben Fventes



Sopló tan fuerte su cuerpo, que imitando a la flor, se dejó desintegrar pétalo por pétalo en el viento.

Hay dos tazas en la mesa de centro.

La rigidez de su rostro siempre evidencia la tranquilidad con la que se mira a un tren partir. Nunca se altera por el movimiento, por ello, un par de tazas inmóviles, le son intrascendentes.

Hace algunos años no hubiese soportado que esas mismas tazas no tuvieran movimiento; hace algunos años habría corrido tras ellas y las hubiese traído de un lugar a otro; las hubiese dejado en el lavatrastos bocabajo para que se les quitase la palidez de porcelana. Hace algunos años su rostro tendría movilidad y movimiento, tendría líneas del sentir, líneas del tiempo, tendría la necesidad de un beso.

¿Cómo soporta la inercia?

¿Cómo soporta que el único movimiento sean las imágenes que hace su cabeza?, ¿Cómo siente el andar, sí sus piernas reposan en una silla de ruedas?

… Hace unos días, hubiese tomado un lápiz, hecho un boceto; hubiese pintado de azul y flores el rededor de su cuello; hubiese roído al tiempo, andando a paso seguro quitándose las ruedas.

Quedó prensado entre el camino y las vías.

Del impacto su vista quedó sin movimiento. Su grito, por más fuerte que él lo dio, fue un grito hacia dentro, que lo único que dejó fue silencio en el latido, en cada parte del cuerpo. Sopló tan fuerte que su cuerpo, como tirado en el desierto por la desolación, dejó enterrar su andar a la paraplejia, como si la inercia fuera ahora su mayor movimiento.



martes, septiembre 01, 2009

Tres minutos, nuestra realidad



A Ed
Image: Magia de Edmundo Martínez


Cerrar los ojos.

Buscas al tiempo en cualquier lugar, pero se sabe, hasta donde un dedo alcanza a señalar que el tiempo es una fracción, une instantes: hilo y aguja. Contrario a la línea, en él no existe repetición. Las manecillas jamás tocan a un segundo y un segundo es más efímero que el Sol, salen a la luz y mueren a deshora. Si tomas el vaso de agua que una noche antes dejas bajo tu cama, el agua hace recordar los sueños, decías. Pero ahora, ensoñándote te dejas, aprietas la almohada y duermes.


Pies helados. El mar sube, y con él el pulso y destello de su rostro sigue encantado a la luna.

Duermes entre peces, nubes y tu diario, recuerdas entre sueños lo que más te cautivó en ese día que ya no es Hoy, pero que mantiene intacta la imagen de ser. Siempre has tenido alas, hundes tus pies en la fuente de un parque, la gente te mira admirada. Sonríes y tus pies toman la plácida forma del agua. Ahí te vi, caminando descalzo y con pies hundidos y entonces me emocioné.


Le bastan tres minutos a un árbol para desnudarse en el viento, en tres minutos una estrella se desintegra entre el él y allá; tres aceleradas espirales de madera bastan para que la punta de un lápiz asume su nariz, tres minutos vive una burbuja, tres minutos y un corazón acelerado… tres, siempre y una-Tres. Me enamoré.


Image: Mundo Ed de H.


Desperté.

Maga, pasó. Bajo un árbol, mientras le abrazaba y decía a su oído que pronto quedaría ciego, que cada noche escuchaba palabras haciendo al mundo y a veces me atemorizaba hacerlo tan raramente. Que mientras viajaba en el autobús miraba cuán irritada es la calle. Le confesé que me gusta el azul y que siempre he deseado pintar una casa con las sombras de los árboles. Le platiqué de ti, Maga, de que solías hacer periplos entre la cuchara-el plato-y-la sopa. Le conté de la ficción que eras y tu enorme compromiso de amar. Le dije en tono bajito que lo amo y que entonces podría estar con un cuerpo prestado, en otros zapatos, dentro de un frasco… o sencillamente posado en algún lugar, pero que aún así no le dejaría de amar. Entonces, sonó entonces. Un timbre. El árbol que nos cubría, se agitó. Fue el único en agitarse, los demás arboles mantenían el estoicismo de la realidad. ¡Algo nos dice!, grité. – ¡Nos dice, nos dice que es!, me gritó ensoñado. Le abracé, dejé la baja voz a un lado y lo besé.

Hilo en el dedo, recuerdo: los árboles dicen que amar es el viento… las alas y olas son pequeñas palabras que alcanzan su alud en la voz.

Sigo despierto; sus pies mojados y fríos se calientan cerca de mí.

Aún no hago que las palabras le aprehendan, aún mi cuerpo es aire; pero tres minutos leyendo, en anagrama, me hacen amarle…

H.

Septiembre 01, París.